Euonírica transferencia
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eyios dionysios
grande grande y suave piedra del contraviento
como el odio en el crear, que rara vez
sucede y se iguala
al susurrar de roce
de las brisas adosadas a las columnas,
columnas paridas viejas, sensacionales, llevadas
adelante en procedimientos estrambóticos
sin razonable probabilidad
de colores denodados ampex denudados
climáticos, en inermes
caras de suela y labios sepulcrales
cuando te miraban desde el falansterio
infantil, pueril, cantando descarado,
descuidado, desfondado de esfera en esfera,
con flechas en el corazón y galantina
de días tensos y dispersos en la perentoria
íntima grieta, saqueando
la espesa caspa del cabello el meduseo
inextinguible escándalo
de Hoyos y Topos, y escorzos a contrasexo
estrangula el revuelto de ojos,
imperioso el pastor de poemas congelados
corazones coloniales de fósforo fémina
y tumultos inconexos, túmulos
audaces en las dunas de la corneja
corazón de beso que deberías
rebautizar en sal y en mueca
de recuerdos carroña,
de antiguos, antiquísimos zorros
en el sincero tiempo del escudriñar abajo
al fondo del ojo vulvático
de la piramídica Medea
esquivos, patriótico cieno del inmemoriado
inmortal puerperio
desde encima de las rodillas apretadas y estrabicolantes
como los ojos del dios muerto
(porque vivo aún nunca lo ha estado)
donde imperioso vigila y corretea
la escaramuza, la inaferrable
inconsistencia del alma del cuerpo.
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→Emilio Villa. Euonirico transfer (La scrittura della Sibilla, p. 46. pdf)
Traducción de Enrique Gutiérrez Miranda